En el año 1962 Aldo Antognazzi asistió en Arezzo (Italia) a clases de perfeccionamiento pianístico con el gran pianista y pedagogo Arturo Benedetti Michelangelli, quien le aconsejó estudiar, entre otras obras, la Sonata op. 40 nro. 3 en re de Muzio Clementi. La compleja elaboración de la obra, su originalidad e intensa expresión, despertó en Antognazzi una profunda necesidad por conocer la totalidad de la producción clementina. Durante años se entregó a la tarea de reunir todas las obras de Clementi, material que se encontraba disperso en bibliotecas y museos de varios países en forma de manuscritos poco legibles o de viejas partituras no siempre muy bien conservadas. Transcurridos casi treinta años desde aquel primer contacto de Antognazzi con Clementi en Arezzo, el sello discográfico alemán Aurophon (luego Cascade) aceptó su propuesta de grabar la que hubiera sido la primera integral mundial de la obra pianística del maestro italiano, ofreciéndole además la dirección artística del proyecto, denominado Muzio Clementi: Complete Piano Works. La participación en el proyecto de varios jóvenes y talentosos intérpretes argentinos fue concebida con el propósito de ampliar el objetivo inicial de rescatar al Clementi creador brindando además un homenaje al Clementi pedagogo. El Concierto para piano y orquesta en do fue la única obra que se grabó en Alemania, y si bien los primeros once volúmenes de la integral se editaron en dicho país todas las demás grabaciones de las obras para piano y música de cámara fueron realizadas en Argentina: los primeros cuatro discos, en el Auditorio de Belgrano; los demás, en el Estudio IRCO Cosentino de Buenos Aires. A partir del volumen número 12 de la serie, que apareció en 2016, los discos que restan para concluir el proyecto original serán editados en Rosario.
Acerca del volumen 14 (por Aldo Antognazzi):
Seis Sonatas op. 25
Posiblemente sea la diversidad el aspecto central que caracteriza al rico universo expresivo que emana del conjunto de las seis Sonatas op. 25. Tal abundancia de contrastes no se manifiesta únicamente en relación al contenido expresivo, sino que también observamos que Clementi recurrió a muy diversos procedimientos para crear las estructuras internas (fundamentalmente en los primeros movimientos de forma sonata). Otra de las características más notorias del presente ciclo radica en la gran diferencia de extensión existente entre las seis sonatas que lo componen. Por ejemplo: el primer movimiento de la Sonata nro. 4 tiene una duración de alrededor de 13 minutos, mientras que el primero de la nro. 6 no dura más de 4 minutos; sin embargo, ambos movimientos básicamente responden a una misma estructura formal: sonata. Otro elemento que hace a la diversidad existente en el ciclo y que procuramos resaltar es el del número de movimientos que integra cada sonata. De hecho, solo tres de las seis sonatas responden a la concatenación de los tres movimientos básicos (Allegro-Adagio-Rondó Allegro) de la nueva forma sonata, que acababa de desprenderse definitivamente de la “vieja” suite; las otras tres constan solamente de dos movimientos. Por lógica, en las tres sonatas integradas por dos movimientos, uno y otro comparten la misma tonalidad: en la nro. 2, el Allegro con brio y el Rondó – Un poco allegro, están escritos en Sol; en la nro. 3, el Allegro y el Rondó – Vivace, los dos en Si bemol y en el Maestoso e cantabile y Allegro molto que componen la nro. 4, ambos movimientos están en La. Según las diversas ediciones, podemos datar la creación de este extenso y notable ciclo sonatístico clementino entre los años 1788 (de acuerdo a Ricardo Allorto) y 1790 (según Alan Tyson). La primera edición estuvo integrada por las seis sonatas dedicadas a Mrs. Meyricky y editadas en Londres por J. Dale; posteriormente volvieron a editarse las tres primeras obras del ciclo como op. 25 nro. 1, 2 y 3, mientras que las tres restantes, como op. 26 nro. 1, 2 y 3 por Artaria (Viena, 1790), André (c. 1790) y Sieber (París, c. 1791). Ya nos hemos referido en ocasiones anteriores al desorden y a las notorias diferencias que aún hoy imperan entre los diversos catálogos existentes sobre las composiciones de Clementi. Resulta más que evidente que el compositor no se interesó demasiado por evitar que se produjera en el futuro tal caos en el intento por ordenar cronológicamente la totalidad de sus obras.
Sonata op. 25 nro. 1 en Do
Esta sonata, una de las dos más extensas del ciclo, consta de tres movimientos en modo mayor: Do, Fa y Do. El primer movimiento, Allegro di molto, está construido sobre un sólido andamiaje armónico-contrapuntístico en el que abundan acordes de gran intensidad sonora. Por otro lado, el uso de registros distantes, extensos trinos y pasajes de notas dobles (terceras) en ambas manos da por resultado una considerable densidad de armónicos. La expresión resultante es obviamente de una gran potencia y luminosidad, aun aceptando el contraste que deriva del cantabile del segundo tema. La extensa cadencia que precede a la reexposición nos recuerda al “floreo” del piano solista antes de concluir el primer movimiento de un concierto para piano y orquesta. El segundo movimiento, Adagio, es relativamente extenso; su contenido expresivo no pretende tener la intensidad dramática del Lento e patetico de la 5ta. sonata, pero de él emana un tenue y refinado espíritu romántico. El tercer movimiento, Presto, es un rondó; nos recuerda a los últimos movimientos de algunas de las sonatas de Haydn. En realidad se trata de una forma ternaria, con dos exposiciones del extenso refrán, un episodio en Sol y una coda.
Sonata op. 25 nro. 2 en Sol
Esta sonata, una de las más breves del opus, contiene solamente dos movimientos, ambos en la misma tonalidad de Sol. El primero, Allegro con brio, al igual que todos los primeros movimientos del op. 25, tiene forma sonata. Luego de un vigoroso enunciado de dos compases introductorios de carácter “sinfónico”, se inicia el verdadero primer tema, particularmente chispeante y alegre. El carácter del segundo tema, sin contrastar dramáticamente con el primero, atempera el brío inicial del movimiento. El segundo y último movimiento, Un poco allegro, es un rondó, forma elegida por Clementi para concluir 5 de las 6 sonatas que componen este opus (solamente en la nro. 5 aparece la forma sonata como tercer movimiento). El refrán contiene dos frases con sus respectivas repeticiones ligeramente variadas. Una breve transición modulante, melódicamente dependiente, conduce al primer episodio en Re, cuyo material temático es básicamente el mismo del refrán. Podemos observar una vez más el obsesivo empeño del compositor por dotar de un sentido unitario a toda la obra a través del procedimiento de variar un solo germen motívico. El segundo episodio se conduce vacilante entre las tonalidades de sol menor y Si bemol.
Sonata op. 25 nro. 3 en Si bemol
En ambas zonas temáticas correspondientes a la forma sonata del primer movimiento, Allegro, observamos la asombrosa simplicidad de medios en los que se basa Clementi para generar la inagotable variedad de líneas melódicas y diversidad de cualidades expresivas que lo caracterizan. Algunos rasgos distintivos de la construcción de la frase barroca (como el de la yuxtaposición motívica) permanecerán de por vida aferrados al ideario compositivo del Maestro, siendo posible localizarlos a lo largo de toda su producción sonatística. Otra característica frecuente dentro de la melódica clementina, y que encontramos en este gracioso e inquieto movimiento de sonata, radica en la adopción de amplios intervalos alternados con formas melódicas más suaves, como por ejemplo pasajes escalísticos y gruppetti. El Rondó, segundo y último movimiento de la sonata, replica el mismo principio monogenético que observamos en el primer movimiento —también en el rondó de la Sonata nro. 2, y en muchas otras sonatas que la preceden—, haciendo derivar del refrán el tema de cada uno de los dos episodios.
Sonata op. 25 nro. 4 en La
Un lustro después de la aparición de la Sonata op. 13 nro. 6 en fa menor, a la que denominé “Sonata trágica” por su contenido y por las circunstancias que atravesaba Clementi en la época en que la compuso, aparecen dos nuevas obras que podríamos considerar dentro de la misma dinámica interior en búsqueda de una expresión romántica: nos referimos a las op. 25 nro. 4 y 5. El Maestoso e cantabile con que se inicia la sonata en La es notoriamente el más extenso y desarrollado entre todos los primeros movimientos de las seis reunidas en el op. 25. Leon Plantinga (en su libro Clementi, his Life and Music) señala, con muy buen criterio, la existencia de varios puntos de contacto entre esta sonata y otra muy anterior (la nro. 4 del op. 2), también en La. El primer tema se explaya poéticamente en el contexto de una línea melódica muy ornamentada, sustentada por la mano izquierda por medio de una serena armonía sobre un pedal de tónica. El segundo movimiento, Allegro molto, es un típico rondó clementino, pleno de gracia y no exento de pasajes de cierto virtuosismo. En este rondó vuelve a manifestarse su idea constructiva unitaria, que consiste en el uso de un único germen motívico para el refrán y los episodios.
Sonata op. 25 nro. 5 en fa sostenido menor
Se trata de la primera sonata en modo menor desde aquella op. 13 nro. 6, única de su catálogo escrita en fa menor. Indiscutiblemente, es una de las obras más bellas e inspiradas de Clementi, a pesar de no ser esta la primera vez en que nuestro compositor avance haciendo gala de un uso instrumental tan atrevidamente romántico. La intensidad de su contenido no da tregua en ninguno de sus tres movimientos, todos en modo menor. En el primer movimiento, Piu tosto allegro con espressione, observamos elementos rítmicos muy similares a los adoptados en la lejana Sonata op. 13 nro. 6 ya citada, como así también, reminiscencias motívicas y rítmicas de sonatas de Scarlatti. Especialmente febril y agitada se desenvuelve la zona del segundo tema, en la que aparecen dramáticas acentuaciones ubicadas en los tiempos débiles del compás. El desarrollo está elaborado con modulaciones y pasajes cromáticos de los elementos de la exposición, surgidos de una misma matriz temática. La inquietud que emana del primer movimiento da paso al profundo dolor que se expresa en el segundo, Lento e patetico. Precisaríamos adentrarnos en pleno siglo XIX para encontrar un movimiento de sonata pianística de tan honda intensidad expresiva. El tercer movimiento, Presto, se asemeja al primero por el alto grado de tensión emocional que de él se proyecta; sin embargo, para concluir su sonata, Clementi opta en el Presto por una construcción métrica y rítmica compacta, donde las frases se yuxtaponen en forma abigarrada, precipitándose unas sobre otras, sin espacios para indecisiones, retardos o detenciones.
MUZIO CLEMENTI nació en Roma en 1752. A los doce años, ya famoso como “niño prodigio”, fue nombrado Professore di Organo de la Congregación de Santa Cecilia de Roma. Ante los escasos recursos de la familia para costear su carrera musical, en 1766, el noble inglés Sir Peter Beckford acordó con su padre alojarlo en su residencia de la Abadía de Fonthill Abbey, donde llevaría una vida sin sobresaltos económicos, rodeado de partituras, libros y buenos instrumentos, en un medio refinado y culto. Siete años más tarde se trasladó a Londres, y en 1780 emprendió su primera gira por el continente europeo, por donde se extendió su fama de pianista, compositor y pedagogo. De regreso a Londres tres años después, se asoció con los hermanos Collard, fabricantes de pianos, con la intención de mejorar la calidad de los instrumentos (la sonoridad de los pianos vieneses y aun la de los ingleses, que eran más robustos, no lo satisfacían frente a la concepción orquestal que revelaban sus nuevas creaciones pianísticas). Además, atraído por la idea de difundir en Inglaterra la música de sus contemporáneos, fundamentalmente las obras de Beethoven, Clementi llegó a ser un reputado editor. Durante toda su vida viajó incansablemente, tanto ofreciendo recitales como impartiendo clases de piano. Fue así que formó una pléyade de músicos famosos, entre ellos Field, Meyerberg, Moscheles, Kalbrenner, Cramer y Bertini. En 1828 se presentó por última vez en Londres, como Direttore al cembalo. Falleció en Evesham el 10 de marzo de 1832 y sus restos fueron trasladados a Londres, donde descansan en el claustro de la Abadía de Westminster. Su vastísima obra constituye un ejemplo perfecto y clarificador del período transicional entre el Clasicismo y el Romanticismo.