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Hablando de librerías. Milenario Comics

Esta entrevista realizada por Felipe Hourcade en septiembre de 2022 pertenece a la serie pensada como complemento del libro Sellos de librerías de Rosario. Se tuvo en cuenta cubrir distintos tipos de librerías: de nuevos, de usados, de saldos y virtuales. Tanto el libro como las entrevistas le permitirán al lector armar un mapa imaginario donde se conectan, como si fueran estaciones de una red, las librerías actuales e históricas de Rosario.  

Milenario Comics, Riccheri 814
Alejandro Radeff

¿Qué recordás de Librería La Médica?
—A mi abuelo no lo conocí, pero a mí siempre me interesó la historia familiar y la abuela me contó que él vino de Bulgaria y se puso a vender libros de medicina. Iba con un maletín al hospital a venderle a los médicos. Así empezó, hasta que pudo abrir la librería. Se inauguró en Ricchieri y Córdoba, donde estuvo muchos años, y ocupaba desde la esquina hasta Ricchieri al 800. Era un galpón enorme. Primero vivían acá, porque era una casa, y después transformaron todo el espacio en librería. Incluso mis tíos nacieron acá, en la parte que era local y casa. Como era una de las pocas librerías especializadas en la materia, llegaron a editar varios libros de medicina.

¿La editorial también se llamaba La Médica?
—Sí. Y funcionaba en este mismo lugar. Empezó en la esquina, y acá atrás, donde estamos ahora, sería la casa. Después, se amplió todo y fue solo librería. Más adelante, empezaron a vender a otras librerías al por mayor. Luego se extendió a textos escolares, literatura; no se quedó solo en medicina. Después, cuando se separan los tres hermanos —mi papá y mis dos tíos—, mi papá se quedó con la parte de libros de medicina y los hermanos con la parte de textos escolares, literatura, papelería, todo lo que era librería en general. La Médica, que entonces era “Ricardo Radeff Libros de Medicina”, estuvo hasta 2001. Ricardo era mi papá.

Y vos, ¿cómo arrancaste con la revistería?
—A mí siempre me gustó ir a las compraventas de revistas. Iba mucho a LibroLandia, que estaba por 9 de julio y Pueyrredón, y que ahora está en Urquiza y Santiago. Ahí iba siempre a revolver, buscando libros de cine, historietas y todo lo que me interesa a mí. Siempre encontraba algo, me gustaba mucho ir. Cuando tuve la posibilidad, abrí el negocio. Fue en enero de 1990. Un pariente me prestó un local chiquito, que estaba, si no me equivoco, en Ovidio Lagos entre Urquiza y Tucumán. Estuve muy poquito ahí, seis u ocho meses. Después, me mudé frente a la facultad de Medicina, en una galería por calle Santa Fe. Mi papá tenía un local ahí. Puso sus libros de medicina, y yo puse mis revistas de comics e historietas. Atendía yo solo, pero vendía los libros de mi papá también. En el 91 o 92, me mudé al local que está al lado. En 2001 me pasé a este, que es más grande. Acá se empiezan a dar talleres de dibujo y, ya en el 90 y pico, cuando entraron muchas historietas a Argentina que antes no se conseguían tanto, fui tirando la revistería más para el lado de la historieta y el cómic, que es lo que me interesa a mí. Antes era de todo un poco, había revistas de cada cosa. Estamos hablando de una época previa a internet. Lo que era papel físico se buscaba y se vendía mucho. Ibas con tus revistas, las cambiabas y te llevabas otras.

Y retrocediendo al principio de la charla, ¿tu abuelo de dónde traía libros de medicina para vender?
—De Buenos Aires. Ya lo conocían todas las editoriales, porque vendía mucho. Se traía los libros de medicina y él recorría los hospitales vendiéndole a los médicos según la especialidad de cada uno.

¿Por qué creés que tu abuelo se dedicó a vender ese material y no otro?
—Por lo que me contaba mi abuela o mi viejo, él era muy estudioso. Supongo que habrá visto que era buen vendedor y que yendo a la facultad o al hospital podía vender libros de medicina. Pero no sé bien por qué eligió ese rubro. En ese entonces había muy pocas librerías y la Facultad de Ciencias Médicas de acá era, es todavía, muy importante. Después abrió Ross, La Técnica, y también Rosario fue creciendo en población.

¿Cómo abastecías tu local al principio?
—Todos los meses viajaba a Buenos Aires en tren. Compraba mercadería, la traía o la hacía mandar, y la vendía acá. También le vendía a otras librerías chiquitas o kioscos de diarios al por mayor. Era eso, viajar todo el tiempo a Buenos Aires hasta que, después, empezaron a venir los proveedores y me tomaban los pedidos acá. Todo esto previo a internet, claro.

¿El nombre de la revistería siempre fue el mismo?
—En Ovidio Lagos, entre Urquiza y Tucumán, se llamaba Super Revistería. Después, cuando me mudé para acá, a fines de 1991 o principios de 1992, ya empezó a llamarse Milenario Comics. La primera foto que tengo en la revistería es del local de acá y, en esa foto, se ve un cartel, afuera, que tiene todavía los precios en australes. Hace treinta y dos años que llevo adelante Milenario Comics. Empezó con otro nombre, pero siempre a cargo mío y en el mismo rubro: revista de historietas. Septiembre de 2022.

  
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