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Hablando de librerías. Libros Incunables

Esta entrevista realizada por Felipe Hourcade en agosto de 2022 pertenece a la serie pensada como complemento del libro Sellos de librerías de Rosario. Se tuvo en cuenta cubrir distintos tipos de librerías: de nuevos, de usados, de saldos y virtuales. Tanto el libro como las entrevistas le permitirán al lector armar un mapa imaginario donde se conectan, como si fueran estaciones de una red, las librerías actuales e históricas de Rosario.  

Libros Incunables, Mitre 868, local 2
Diego Segura

—¿Hace poco que están acá? 
—Sí, este es el primer mes. Antes estaba en San Martín y Cerrito, Abasto.

—¿Siempre fuiste vos solo?
—Sí, a veces mi compañera me da una mano. Es una cosa familiar. Aunque, bueno, los amigos siempre están, sobre todo en las mudanzas. Fue arduo.

—¿Desde cuándo funciona la librería?
—Desde diciembre de 2012. Se van a cumplir diez años. Empecé de manera virtual, vendiendo por las redes. Primero, vendiendo mis propios libros. Después, un amigo bibliófilo me acercó más profundamente a los libros, las editoriales. Como sabía que yo estaba armando este proyecto y que necesitaba material me fue pasando cosas de él. Finalmente fui haciendo mi propio stock, empecé a comprar por mi cuenta. Es toda una profesión la de librero.

—¿Cómo te empezaste a abastecer?
—Con el boca a boca. La misma gente a la que le vendía decía que tenía material del que se quería desprender. Hubo amigos, también, que me pasaron contactos. Además, siempre que pude participé en todas las ferias a las que me invitaban, Noche de las Librerías, Noche de las Peatonales, lo que fuera, y eso también suma, a veces no vendés, pero hacés nuevos contactos. También formo parte del círculo de libreros. En un momento hicimos el Paseo de los Libros, un sábado por mes en la peatonal. Ya con la pandemia, se complicó. La librería física la abrí en pandemia. Me dieron la llave el once de marzo (de 2020), y el veinte de marzo cerró todo. Una puntería bárbara. Pero bueno, la saqué adelante. Durante varios meses no podía hacer nada porque no venía la EPE a ponerme la luz, la inmobiliaria no venía a ver el descargo que yo había hecho. Entonces no quería tocar nada. Son esas cosas administrativas, que son las más feas, pero hay que estar al resguardo. Por cinco meses no lo pude usar. Iba, barría y me volvía a mi casa. Seguía vendiendo por las redes. Después, cuando aflojó un poquito, empecé a hacer venir a la gente, a hacer la entrega ahí. También trabajé mucho llevando a domicilio. Tengo dos amigos taxistas que también estaban muertos, entonces nos sirvió a los dos: yo les mandaba las entregas con ellos y ellos cobraban el viaje. Pagaba el cliente. Hoy eso parece lejano.

—Cuando vendías virtual, ¿vendías por Facebook?
—Facebook, MercadoLibre.

—Porque desde hace unos años el auge es Instagram.
—Yo creo que las redes enredan. Es una herramienta buenísima, alucinante, pero también muy peligrosa. Yo no tengo redes personales, todas las que tengo son de la librería, trato de no engancharme. Tengo cosas de libros y cosas de música, que son las dos cosas que me gustan, nada más. No milito, no emito mayores opiniones. Es más, a veces, ciertos libros que publico generan debates que alimentan la grieta. Yo vendo libros. Después, el que compra libros compra lo que quiere. Me ha pasado de poner libros que apoyan a tal o cual sector partidario, o que están ligados, porque hay escritores y escritoras que adhieren a cierta línea, y vos quedás pegado. Si vos ves un libro que no te gusta en mi página, pasás de largo y no lo compras. No tenés que emitir tu opinión, pelearte y qué sé yo. Si pasás por la vidriera de Cúspide (por decir una librería grande y conocida) y está el libro de tal, con el que vos no coincidís, no le ponés un piedrazo a la vidriera, no entrás y le decís “saquen ese libro de ese asesino, de este que nos está fundiendo”. Si pasás por una vidriera y ves un pantalón que te parece ridículo no entrás y le decís “señora, saque ese pantalón que es ridículo”, simplemente no lo comprás. En cambio, en las redes, el anonimato hace que cualquiera diga lo que quiera atrás de una pantalla. Por eso, mi percepción es que son útiles, a mí me sirven porque yo las uso para vender, pero la vida está afuera. Afuera y acá, porque esto es de verdad, los libros son de verdad, y todo lo que vos te querés imaginar lo encontrás acá. Eso tiene de maravilloso el libro, eso es lo que a mí me atrapa, que yo me pueda quedar sentado en el living de mi casa o en mi cama, leyendo, y pueda estar con la cabeza en un barrio de Nueva York donde hubo un asesinato. Eso es fantástico, y no te lo trae ninguna red, ni nada, porque el que está adentro de tu cabeza sos vos. No hay bajada de línea.

—Me parece que los libreros de usados tienen una visión diferente de la relación con los clientes respecto de aquellos que solo venden libros nuevos. ¿Cómo es tu relación con el público? ¿Creés que, como librero, podés facilitar ciertas lecturas?
—Yo no tengo muchos clientes, pero los que tengo son fieles. Mi primer cliente es de diciembre de 2012, y lo sigue siendo. Viene, charlamos. Yo trato de darle a la librería el perfil que yo quiero. No quiero que el mercado le de el perfil a la librería, sino al revés: yo quiero poner este perfil de librería en el mercado. Los libros que me han gustado siempre, los vuelvo a vender, porque los recomiendo desde la propia experiencia. También, lo que me gusta es el trato. Yo trabajé muchos años vendiendo al público en una disquería, y esa cosa masiva a veces te liquida. He tenido problemas de maltrato con clientes. Esa cuestión masiva hace que todo se retuerza un poco, entonces, cuando el producto es masivo, la locura es masiva. Esto tiene otra cosa, capaz vos te quedás dos horas acá conmigo y no entra nadie, pero capaz venís otro día y vino uno y se quedó dos horas, y charla, ve y revisa. Y a mí, lo que me gusta hacer es este trato personal. Te decía lo de lo masivo porque creo que hay una diferencia entre atender y despachar. Entonces, si a vos te gustan los libros de recetas antiguos, cuando recibo algo te aviso, no espero a que lo veas por las redes. Y tengo muchos clientes de esos, sé qué es lo que les gusta. Si ves algún libro nuevo acá, es porque lo compré en saldo o porque alguien me lo vendió casi nuevo, y esa es la librería que yo quiero. A lo que apunto es a eso: lo que está en todos lados, está en todos lados; acá yo quiero que vengan a buscar lo que no está, por eso un poquito la fantasía del nombre. La idea es que haya libros raros. Agosto de 2022.

  
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