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Hablando de librerías. Urquiza y Santiago
Estas entrevistas a libreras y libreros locales fueron realizadas por Felipe Hourcade y Thiago Susan —salvo las pocas excepciones indicadas— entre febrero de 2022 y marzo de 2023. La serie, pensada como complemento del libro Sellos de librerías de Rosario, tuvo en cuenta cubrir distintos tipos de librerías: de nuevos, de usados, de saldos y virtuales. Tanto el libro como las entrevistas le permitirán al lector armar un mapa imaginario donde se conectan, como si fueran estaciones de una red, las librerías actuales e históricas de Rosario.
Urquiza y Santiago, Urquiza 2405
Luis Oliva
—¿Vos sos el titular de la librería?
—Sí, soy el titular. Tengo una sociedad con mi compañero, que viene a la tarde; yo soy, se podría decir, el socio histórico. Fundé la librería.
—¿Querés contar un poco ese proceso?
—Abrí la librería en 9 de julio y Pueyrredón, en agosto de 1982, con muy poco material que era de mi propia biblioteca. Desde entonces siempre trabajé con libros usados. En esa esquina de 9 de julio y Pueyrredón estuve hasta 1998. En 1996 compré el local de Urquiza y Santiago y abrí esta librería, por casi dos años estuvieron abiertas las dos, en 1998 cerré allá y me quedé solo con esta.
—O sea que tuviste dos librerías.
—Dos direcciones. La librería sería la misma, porque siempre la manejé yo. La de 9 de Julio y Pueyrredón se llamaba Librolandia. Cuando abrí acá tomé el nombre de la esquina: Urquiza y Santiago.
—Ah, tenemos libros con sellos de Librolandia.
—Bueno, de acá no van a tener sello porque no hice sellos de Urquiza y Santiago. En un momento pensé que el sello perjudica al libro y dejé de intervenirlos, como una manera de protegerlos. Esta librería la abrí en 1996 y desde entonces no puse más sellos, en Librolandia sellaba todos los libros. Sí hay muchos libros con dedicatorias, pero eso es otra cosa. La dedicatoria pasa a formar parte, de alguna manera, de la historia de ese libro. Pero el sello empecé a verlo como algo comercialmente agresivo.
—¿Cómo empezaste a abastecerte?
—El mecanismo fue siempre fue el mismo: me abastezco, en general, de los clientes mismos. Muchas personas tienen una biblioteca en la casa, a veces grande, a veces chiquita, y hay personas que cumplieron una etapa con los libros y tienen que hacer limpieza, lugar, lo que sea, entonces buscan cómo canalizar esos libros. En general, la mayoría tiene resistencia a tirarlos. Sienten que no está bueno tirarlos, entonces los cambian por algo que les interesa. Ahí es donde entran los libros. Yo los cotizo, según qué tipo de libros hago una cotización, y la persona elige. Después, cuando empecé en este local, le di más prioridad a comprar y no solo a canjear. Cuando los libros son buenos —pueden tener demanda o ser buenas ediciones—los compro. Entonces tenés personas que vienen a canjear libros, personas que vienen a vender libros y, también, alguien que se muda, tiene muchos libros y no les interesa llevarlos, entonces te vende un lote grande, no ya un lote pequeño para canjear.
—Entonces, tanto en la compra como en el canje hay un trabajo de selección.
—Sí, siempre. Por ejemplo, libros rotos no recibimos. Ahí ya hay una selección: le falta la tapa o el lomo y no los recibimos. Otro filtro sería que hay libros vendibles y libros invendibles. Entonces, si un lote tiene muchos libros que nosotros consideramos poco vendibles —porque ya los tuvimos y no se vendieron—, tal vez no lo recibimos. En general, recibimos todo, pero la cotización se ajusta: si el lote, en relación a la demanda, es malo, la cotización va a ser muy baja. Ahora si entendemos que puede enriquecer el stock, lo tomamos. Si son libros con poca demanda los ponemos baratos, para que las personas que no tienen mucha plata puedan comprarse algún libro. De todas maneras, la mayor parte del stock se genera a partir de nuestros mismos clientes o de personas que por equis razón —porque se tienen que mudar o porque cambiaron de gustos—, vienen a traer sus libros para canjear. Eso se da mucho en la infancia o en la adolescencia, en ese tiempo hacemos un tipo de lectura; pero cuando se cumplen veinte años, la persona cambia y se deshace de los libros que leyó hasta los dieciséis, ahora está en otra etapa. Muchas veces viene un chico o una chica adolescente con sus libros de infancia porque los quiere cambiar por otra lectura. Así se va generando el stock.
—Es mejor que los lea otra persona antes que queden estancados en un estante.
—Claro, esa es la idea. He comprado bibliotecas de personas que fallecieron: los hijos se guardan algunos libros pero no todos, porque no hay biblioteca de padre que sea la que quiere el hijo. El padre tiene un gusto, el hijo otro. Muchas veces, fallece una persona y el hijo o los hijos se guardan algunos libros como recuerdo, pero me ofrecen la mayoría de los ejemplares de la biblioteca paterna y yo compro. Capaz se trata de una persona grande que falleció y, al poner nosotros esos libros a la venta, pasarán a formar parte de la biblioteca de un joven. El libro sigue un ciclo. A muchos clientes, cuando me dicen: “no, porque mi biblioteca esto, mi biblioteca lo otro”; yo les respondo: “mirá, por tu biblioteca no te hagás mucho problema; no es tu biblioteca, vos solo la tenés en custodia, no creas que es tuya. Un día te morís y la biblioteca va a seguir su curso, su destino”. Nosotros en estos sitios, aparte de generar un comercio que es nuestro medio de vida, también abogamos porque cada libro desarrolle un ciclo, que siga su camino. A veces los hijos no quieren tirar ni vender los libros y entonces los donan. Siempre les decimos que los traigan, los recibimos. A esos libros nosotros le ponemos un precio que consideramos adecuado y los ofrecemos en un estante de nuestra librería, de pronto llega un muchacho joven, con un futuro por delante, que necesita construir su propia biblioteca y capaz compra un libro que estuvo veinte años en la biblioteca de una persona grande que casi seguro lo leyó y, ahora, el ejemplar ocupa otra biblioteca y quizás cumpla otra función en la imaginación del joven, porque cada lectura es distinta a la anterior. Es una dinámica hasta misteriosa te diría.
—El circuito del libro.
—Claro. Nosotros lo recibimos e intentamos conservarlo bien. De ahí que haya decidido no poner más sellos. Tenemos que tratar de intervenir lo mínimo posible sobre ese libro. Lo ponemos a la venta —es verdad que pasa a formar parte de nuestro inventario porque es nuestro medio de vida—, pero a la vez también le estamos dando una oportunidad al libro de seguir su camino. Te cuento, una vez un cliente me vendió un libro que una escritora le había dedicado y regalado. Un día vinieron juntos al local y ella vio a la venta el libro que le había dedicado, ¡se armó un quilombo! (risas). Yo, en ese caso, no le saqué la dedicatoria. Es un tema eso, ¿le sacás la dedicatoria o se la dejás? Creo que lo mejor es dejarlas y que el futuro comprador decida. O capaz vos pasás la hoja y hacés una nueva dedicatoria porque se lo dedicás a otra persona. Es mejor dejarla.
—¿Tienen algún depósito además de los libros que están en el local?
—No. No tenemos depósito. Esto es todo lo que tenemos. Cuando se amontona mucho, bajamos los precios para que salgan algunos libros y hacer lugar. Por eso aprovechamos desde el piso al techo. Incluso cuando llegan muchos libros, metemos cajas abajo de las mesas hasta poder revisarlas. Siempre atrae la posibilidad de tener un depósito, pero ahí surge otro tema, la posibilidad de acumular libros sin sentido. Si los tenés veinte años, ¿de qué te sirve el depósito? Un día te entra humedad y se arruinan todos. Entonces, nosotros trabajamos sin depósito. Y la dinámica que utilizamos para descomprimir el local es bajarle el precio del material que está hace mucho tiempo para que se venda más rápido. Hay libros de cincuenta pesos y también hay cajitas con libros a diez pesos. Y hay libros que literariamente son buenos. Te llevás diez libros por cien pesos, y de última los entrás a regalar. Circulan, que es lo que a nosotros nos interesa. Se hace lugar y en ese lugar ponemos material nuevo. Esa es la dinámica.
—Hasta ahora, no vimos ninguna otra librería que tenga esta mecánica.
—Ojo, no es made in casa. ¿De qué te sirve un libro que hace un año, cinco o diez que está? En una librería de usados lo interesante es la rotación, que el cliente venga y encuentre siempre cosas distintas. No hay nada peor que un stock estacionado. Que si venís dentro de tres meses esté exactamente lo mismo. Si venís con pocos pesos un día y querés leer, tenés libros a diez pesos. No te vas a llevar de los nuevos… (risas), pero algún libro que te guste vas a encontrar. Es preferible eso antes de que el libro esté indefinidamente quieto. Marzo de 2022.
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