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Nadie puede desterrarnos de nuestras palabras

Somos nuestras palabras, aunque estas palabras sean las del exilio, a veces más nuestras que las de la patria presente. Nadie puede desterrarnos de nuestras palabras, y menos de las maternas. El mosto y la queresa está dedicado a la mamá Celeste Riveros y a los tíos de la rama materna. Vivimos en la casa de esas palabras y de ella no es fácil que nos desahucien si no queremos; son también la piel que habitamos y nos cubre, y sin piel somos unos despellejados sin vida.

Por Bartomeu Melià. Somos nuestras palabras, aunque estas palabras sean las del exilio, a veces más nuestras que las de la patria presente. Nadie puede desterrarnos de nuestras palabras, y menos de las maternas. El mosto y la queresa está dedicado a la mamá Celeste Riveros y a los tíos de la rama materna. Vivimos en la casa de esas palabras y de ella no es fácil que nos desahucien si no queremos; son también la piel que habitamos y nos cubre, y sin piel somos unos despellejados sin vida. Estas ideas generales las traigo de mi misma situación, exiliado de una isla pero habitando siempre en ella porque esa piel cambia pero no me ha dejado nunca. Por eso puedo sentir el gozo de quien está en el regazo de la madre y se siente desgarrado cuando siente que de ella le quieren separar o que ella se aleja. El mosto y la queresa es una historia de palabras recuperadas, propias y a la vez situadas en un escenario que completan su sentido, que traen en su rebozo todo un mundo profundamente sentido. Una novela corta, como son cortas los ristras y rosarios de piedras preciosas, con las que sin embargo se puede hacer joyas sin fin; es el tesoro de la lengua que siempre nos deja estupefactos por su belleza y riqueza y no por su variedad ni cantidad. Me imagino la emoción con la cual Mario ha reencontrado en su vigilia escritural una palabra que como cereza tira de la otra, inesperadamente. Esto es propiamente literatura, el arte de la palabra, azorada y sorprendente. La novela viene hincada en una tierra muy real, y por eso mismo muy mítica. Es memoria presente; que si la memoria no es presente no es nada. Es una lección de visión de mundo recreado, y como el autor confiesa, proviene de esos tíos y tías, grandes fabuladores que vinieron de un Ñeembucú que no es un tiempo pasado, sino un tiempo que se hace siempre presente en cuanto palabra dicha y repetida. Es también una palabra soñada que engendra hijos e hijas que llegan a decir su propia palabra, recibida de una comunidad de comunicación pero en la que caminará su propio camino independiente y libre. El relato, el contenido, se puede decir, por otra parte, es muy importante, no solo por el modo con que se dice, sino por lo que dice. Gracias a estos libros el Paraguay no muere, y aún vive con más intensidad en la lejanía, cuando la palabra no tiene más tierra bajo sus pies que la persona que cuenta la historia, las historias. En su brevedad hay más cultura, más teko paraguái, que en una disertación académica sobre las características sociológicas, políticas, económicas y psicológicas del tan olvidado Ñeembucú. Los casos contados pueden parecer previsibles y supuestos, en cierta manera consabidos, como si siguiera un índice de cultura paraguaya, didácticos, pero de ellos se hace una narración tan personal que lo contado como historia real se hace realismo imaginado —mágico, por qué no decirlo—; lo histórico se hace novela. El argentino-paraguayo se torna, a través de su escritura, paraguayo-argentino; se adentra con esas dos facetas, sintetizadas, que no confusas, en el Paraguay profundo. El paraguayo en Argentina se maravilla de sí mismo y se identifica con algo que no quiere perder. La lengua y el ñande reko son el ancla de salvación. Las historias contadas no son ni extraordinarias ni raras, son tan conocidas como los mitos, cuya originalidad consiste en ser traídas por un narrador nuevo, que ni siquiera las cuenta del mismo modo como las recibió. Lo conocido, entonces, se vuelve maravilloso, así como en el arte clásico no es la novedad del tema, que atrae y emociona, y produce algún tipo de extrañamiento, sino lo no visto en lo que ya estábamos cansados de ver, en escuchar de otra manera lo que ya sabíamos de memoria. Y es tal vez ahí donde está la diferencia con el registro rígido del folklore, que fue vivo en su momento y lo será de nuevo cuando sea dicho y actualizado. Es El mosto y la queresa un texto que no encierra en su lectura, sino que puede ser devuelto a la palabra declamada en plaza púbica o recordada en rueda de tereré.   Texto de presentación de El mosto y la queresa leído el viernes 15 de marzo de 2013 en el Centro Cultural de España Juan de Salazar, Asunción del Paraguay.  
  
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