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Un mapa corpóreo
"Poder Trans", historietas LGBTI editadas por la EMR que le ponen el cuerpo a un debate que creíamos finalizado en Latinoamérica. Brasil resiste en un libro publicado en Rosario.
Por Virgina Giacosa. Mientras el beso gay del cómic de Marvel Vengadores, la cruzada de los niños fue demonizado en Brasil, en Rosario cinco historietas realizadas por autores y autoras de ese país forman parte de la nueva antología Poder Trans. Historieta Latinoamericana (Editorial Municipal de Rosario, 2019). Sin nada que envidiarle a los tiempos de la inquisición y la quema de libros, el intendente de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, ordenó retirar todos los ejemplares de la historieta Vengadores, la cruzada de los niños de la Bienal del Libro por considerarlo “inapropiado para los menores”. Pese a eso la Corte Suprema de Brasil falló en contra del alcalde y el beso fue tapa del diario Folha de S. Paulo. El episodio contrasta notablemente con la última publicación realizada en conjunto por la Editorial Municipal de Rosario y la Dirección de Diversidad Sexual que este año presentó el libro, resultado de la convocatoria lanzada en 2018. Sobre un total de 82 obras presentadas, el jurado integrado por Laerte, Lucas Morgan y Cecilia Estalles, Magalí Muñiz, Cecilia Saurí y Carla Pericles para Archivo de la Memoria Trans seleccionó las 22 historietas de diversos países de Latinoamérica que conforman esta antología. De ese número total, al menos cinco de los trabajos que resultaron finalistas son de origen brasileño. Aunque el número de los recibidos desde ese país fue mucho más alto. Martín Clapié, de la Dirección de Diversidad Sexual de la Municipalidad de Rosario, dice que eso no es casualidad. Y explica: “Antes que nada hay que decir que Brasil tiene una movida importante de historietistas que viene visibilizando la diversidad sexual. Cuando se lanzó el concurso se presentaron muchas propuestas de Brasil, de muy buena calidad y gran contenido conceptual”. También asocia el fenómeno a la proliferación de los discursos homofóbicos y de odio en ese país, sobre todo a partir de la asunción de Jair Bolsonaro a la presidencia. “Entiendo que con el ambiente de censura y resistencia de estos años tengan tal vez un sentido más militante y, aunque no tenemos ningún tipo de incidencia en la decisión del jurado, nos alegró que la fuerza de estas historias los haya conmovido al punto de elegirlas”, sostiene. Si algo se le reconoce a la historieta, concebida por años como un género menor, es tanto el estar al margen como la ruptura de mandatos. Tal vez ahí radique parte de la decisión de EMR de emplear este lenguaje para contar justamente a la diversidad sexual. Ese estar por fuera del centro de las dos (historieta y diversidad) hace que juntas sean potencia. Poder Trans es la segunda experiencia desde lo público que pone el foco en la diversidad sexual. La primera fue Historieta LGBTI, editada en 2017, también a partir de un trabajo coordinado entre ambos organismos. Pero este año el objetivo de la antología fue ir “contra de la discriminación hacia los cuerpos y las identidades disidentes, en particular de las personas trans, travestis, transexuales y transgénero, históricamente excluidas mediante violencia física, simbólica, psicológica, sexual y económica del sistema educativo, de salud y de trabajo formal”. Primera y segunda página de “El regreso”, la historieta de Julia Inés Mamone e Ivana Bordi que forma parte de “Poder trans”.[/caption] La idea de centrar la edición en las identidades trans tuvo que ver con una decisión discutida y enmarcada en lo que se venía intercambiando en la Red Latinoamericana Arco Iris Ciudades Arco Iris, de la que Rosario forma parte. “Desde hace tres años venimos coincidiendo en todas las ciudades que la cuestión trans amerita mayor visibilidad en cuanto a nuevas propuestas culturales que sirvan para dar cuenta de la realidad, y de mayor acompañamiento y acciones políticas”, cuenta Clapié. Desde lo singular a lo colectivo, la antología Poder Trans. Historieta Latinoamericana (Editorial Municipal de Rosario, 2019) dibuja un mapa y un cuerpo. Las 22 viñetas componen un relato que va de lo particular de las historias personales a aquello general. Cada uno de los trabajos delinea a partir de experiencias un recorrido propio y colectivo que pone de relieve el estado de las comunidades trans latinoamericanas y sus disidencias. Un cuerpo hormonizado que muta con cada inyección y que en una selfie mensual intenta capturar ese “largo camino que pasó” (en “Tratamiento hormonal”, de Manuel Strussa). Un cuerpo al que al nacer se le asigna el sexo femenino pero que desde siempre empujó para salir con otra identidad (en “Mostremorfosis”, de Mikel Machin y Melipal Labrit). Un cuerpo activista, empoderado y, tal vez por eso, aniquilado (en “Diana Sacayán, fue un travesticidio”, de Flor Capella, Ana Fornaro y Maru Ludueña), son algunas de las historietas que componen este mapa corpóreo de nuestro tiempo ya sea como ficción o como testimonio. “Buscamos visibilizar sus cotidianidades, producciones, circuitos de sociabilidad y de todo elemento que sirva para conocer cuál es la situación que atraviesan las comunidades trans latinoamericanas y la singularidad de sus historias personales”, dice. Y eso de ir de lo particular a lo general permitió visibilizar relatos de vida que en varios casos tienen la voz de personas trans como guionistas, ilustradores, autores, co autores o asesores en la temática en muchos de los trabajos elegidos. Las obras reunidas se abren cada una con su propio estilo: diferentes materiales, colores, formas, voces, trazos, rasgos, representaciones. Así la compilación crea un mapa corpóreo donde la convivencia en la divergencia se hace posible. La historieta peruana (no tengo miedo, “Chuquichinchay”) remonta al antiguo corsé de las culturas precolombinas que entendían a los géneros desde la idea de dualidad complementaria (varón / mujer). Y ese relato disciplinador del pasado dialoga con una distopía (“Corazón Disyuntor”, Matías Santellán y Serafín) donde se persigue y controla “lo invertido” para mantener el orden binario. Al menos dos historietas se centran en el doble estándar de los cuerpos. Una es la del costarricense Edo Brenes sobre una travesti que se prostituye y recibe como cliente a un sacerdote que vive oculto. La otra es la del brasileño Mario César (“Nossa bandira jamais será vermelha”) donde otra travesti tiene sexo con un varón “padre de familia” y militante activo del movimiento anti derechos. El cuerpo como libertad y desborde (“El regreso”, de Ivana Bordei y Julia Inés Mamone) aparece en la celebración del carnaval. Y el cuerpo como rito de pasaje de oruga a mariposa (en “Psicopompo” de Gaspar Aguirre) metáfora que remite a aquella frase de Lohana Berkins de “en un mundo de gusanos capitalistas, hay que tener coraje para ser mariposa”. “No tengo que cambiar nada. Yo se quién soy”, dice la protagonista de “Trámite” (Guido Barsi y Macarena Rijo) a quienes la juzgan porque su imagen no coincide con la identidad de su documento. La tira no le escapa al realismo y devela con sencillez algo que por reiterado no deja de ser efectivo. Que el cuerpo, como el deseo, es nómade. Que el género es una construcción. Que la identidad puede ser un encierro o un devenir fugitivo. Y que importa menos el destino que el tránsito. El recorrido errático pero elegido y gozado desde el punto de partida.Editorial
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