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Orgullo en viñetas

Iván Lomsacov escribe en el suplemento cultural de La Voz del Interior sobre iniciativas vinculadas a la disidencia de género en el cómic argentino. La nota destaca las antologías "Ábreme" de Moebius Editora, "Clítoris" de Hotel de las Ideas e "Historieta LGBTI", publicada por la Emr y el Área de Diversidad Sexual de Rosario, y también los sitios Carnes Tolendas y Secuencia Disidente y los festivales Tinta Queer y Vamos las Pibas

Por Iván Lomsacov. La antología Historieta LGBTI, publicada por la Editorial Municipal de Rosario, aparece como condensación impresa de una tendencia que cobró fuerza en el cómic argentino: el relato de la diversidad y de las disidencias sexuales libre de prejuicio y de estereotipos. Como en la sociedad y como en otras expresiones de la industria cultural, también en la historieta, la diversidad y las disidencias sexuales y de género estuvieron invisibilizadas o mal tratadas en casi todo el siglo 20. En los años 1950, llegaron a ser auscultadas con la lupa supuestamente científica del psiquiatra Frederick Wertham, quien en su obsesivo empeño por descalificar al cómic como influencia nociva para la juventud puso a la homosexualidad a la par de la violencia y el crimen, lo que la expuso a la censura del Comic Code Authority, que a partir de entonces rigió en las grandes editoriales norteamericanas. Tal ninguneo y destrato comenzó a disolverse lentamente, y con honrosas excepciones anteriores, en los años 1960, con el surgimiento de los “comix” underground y a tono con el clima general de reivindicación de libertades individuales.  Sin embargo, hubo que esperar hasta 1989 para que el Comic Code se enmendara y habilitara la aparición de superhéroes y superheroínas homosexuales, o el sinceramiento explícito de los que habían dado señales desde la liberalización que Stan Lee impulsó en Marvel. Otros países y espacios independientes del cómic estadounidense ya desde los años 1980 fueron pródigos en obras realizadas con conocimiento de causa por autores y autoras que transparentaron su orientación sexual y su identidad de género en la vida como en sus narraciones. Algunos de ellos lograron, apelando al humor mordaz o a géneros como el policial, títulos que obtuvieron la devoción de la comunidad interpelada y gran interés de lectores ajenos a ella. Entre los más emblemáticos se incluyen el alemán Ralf König con las sagas de El condón asesino y El hombre deseado –llevadas luego al cine– y otras 40 comedias con personajes gay; el español Nazario con la detective travesti Anarcoma, muy explícita en cuanto a la exhibición de relaciones homosexuales masculinas pero sin poner el foco del relato en lo pornográfico, y la norteamericana Alison Bechdel con su tira Dykes to watch out forr (titulada en España Unas bollos de cuidado), que durante 25 años retrató la cotidianidad lésbica mediante un costumbrismo amable pero dotado de complejidad y sentido crítico feminista. Luego irían llegando numerosos cómics que abordan con respeto y profundidad las sexodisidencias, aunque no siempre como eje central de su trama. Japón es caso aparte: desde el clásico La princesa caballero de Osamu Tezuka, de 1954, su enorme industria de manga ofrece innumerables obras involucradas con la diversidad –y la ambigüedad– sexual y de género, al punto de tener establecidas categorías de género específicas, como gei-comi para la homosexualidad en general, yaoi para historias amorosas entre varones, yuri y shojo-ai para las de mujeres, bara si se trata de gays fornidos y velludos con sexo más explícito, y más. La sensibilidad LGTBI está presente incluso en series tan masivamente exportadas como Ranma ½ y Sailor Moon. ¿Y por casa? Encontrar en las revistas de historieta nacionales de los años 1970, 1980 y 1990, como las editadas por Columba o por Record, alguna representación de personas y vivencias homosexuales libre de los convencionalismos conservadores entonces vigentes será muy difícil. Incluso la más progresista y alternativa Fierro en su primera época aportó poco más que construcciones caricaturescas o la aislada presencia de algún personaje más realista. Antes, ni hablar. En ese sentido, la aparición, en octubre de 2017, del libro Historieta LGBTI hizo justicia editorial condensando en papeles bien impresos entre buenas tapas la visibilización de toda una riqueza de expresión de la diversidad y de las disidencias sexuales que actualmente se viene manifestando en internet, desde el under fanzinero y desde la militancia, en sintonía con cambios y movimientos sociales que se activaron en la última década, nuevas condiciones institucionales como la Ley de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género y una mayor autonomía de los historietistas, que, por carecer de una gran industria que los contrate, crean siguiendo su deseo. El libro cuenta con el potencial legitimador que implica resultar de una política pública: producido por la Editorial Municipal de Rosario, fue meta del Concurso Nacional de Historieta de temática LGBTI, organizado por el Área de Diversidad Sexual del mismo municipio. “Se había pensado trabajar el tema con cuentos, fotografías o poesías           –repasa su coordinador, Martín Clapié–. Pero desde la editorial surgió la propuesta de ir por el lado de las historietas”. Los organizadores y el jurado     –compuesto por autores/estudiosos/militantes tan versados en materia de cómic como de género y diversidad– quedaron asombrados por la cincuentena de trabajos que llegaron. “Mi experiencia como jurado fue de emoción profunda: nunca me había enfrentado a tantas historietas locales que narraran desde el presente la diversidad sexual y de género”, recuerda el periodista, dibujante y militante queer Diego Trerotola. “Yo, que no sabía de cómic y empecé descreído de la calidad con que me iba a encontrar, tuve una sorpresa muy motivadora cuando la mayoría de las propuestas llegaron conceptualmente muy bien orientadas y con una gran riqueza técnica –retoma Clapié– . Casi todo lo que yo había visto refería a la cuestión gay, masculina, y acá llegaron muchos trabajos que daban lugar a otras expresiones de la diversidad, muchas relacionadas a lo femenino o con masculinidades no-hegemónicas. Encontramos que había muchos artistas haciendo historietas dotados de herramientas para pensar el tema y con una mirada no academicista, sesgada, sino más ligada a los procesos sociales que marcan las realidades de las personas del colectivo”. Ante el grato impacto, el jurado empujó ampliar de ocho a 10 el límite de obras por seleccionar que imponía el espacio del libro planificado. Y aún así “quedaron afuera cosas buenas”, aclara la comunicadora feminista Mariela Acevedo, también del jurado. “Cada quien miró con sus propios ojos y votamos, con la misma libertad con que tratamos de vivir”, dice Diego. No obstante, hubo criterios que ambos y el iconoclasta historietista rosarino Max Cachimba acordaron sobre la marcha. “Decidimos elegir historias que narraban la vida cotidiana, las infancias, momentos en que te señalaron como raro, en que tuviste que hacerte fuerte...”, cuenta Mariela, y subraya que el primer criterio de selección fue que todas las identidades/expresiones representadas en la sigla LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros e intersexuales) estuvieran representadas. Con todo, la selección tuvo sus complejidades, porque, aun en la unión de la diversidad, anida la controversia. Trerotola transparenta que “tras ese momento casi de shock frente a la producción del presente, hubo que separar la paja del trigo”, porque al lado de las obras que gustaron de entrada “había historietas misóginas y narraciones donde la convención obturaba la libertad para expresarse”. “Lo más difícil fue seleccionar las historietas sobre la identidad gay, porque varias eran muy despectivas con lo femenino              –lamenta Acevedo–. La mujer era esa presencia que está como pantalla, resolviéndole la vida al varón, cocinando, cuidando los pibes, sin darse cuenta de que en realidad el protagonista fantasea con la pija. Esa idea de mujer florero y el culto al pene eliminaron a varias propuestas”. Camino abierto Antecedente puntal de Historietas LGBTI es la antología Ábreme, producida en 2008 por Moebius Editora en colaboración con un festival de cine LGTBI de España. Aunque recibió críticas por la falta de coordenadas políticas de género y sexualidad en su armado, aquel lujoso compilado de material realizado para la ocasión por autores invitados tiene sus puntos altos, y el valor de haber nacido cuando “acá no había nada parecido”, como rescata su director, Martín Ramón. “Deberíamos habernos involucrado más en la temática, y hay cuestiones estéticas que hoy no me gustan –reconoce–. Pero no me arrepiento de haberlo publicado; me gusta que exista”. En Ábreme participan, entre otros, Luciano Vecchio y Patricio Oliver, hoy autores referentes de la historieta LGBTI. Y en 2009 Moebius lanzó un original libro “solista” de Oliver: Maurice in Love, protagonizado por un chico bisexual. Un antecedente más contemporáneo es Clítoris, concebido como un espacio feminista “de autorxs” amplio, que incluye lo heterosexual y que, junto al cómic, utiliza otros formatos discursivos. Su gestora, Mariela Acevedo       –también impulsora del grupo de reflexión y activismo de autoras CarnesTolendas, Política Sexual en Viñetas–, explica que el proyecto se pensó para abordar “un amplio rango de cuestiones relacionadas con las corporalidades, las asignaciones y expresiones de género y las sexualidades, y todo atravesado por la idea de que no hay una convivencia pacífica sino conflictos o relaciones de poder”. En ese marco, resalta ella, lo LGTBI no es un tema al que “darle lugar”, sino “algo central en las discusiones de los feminismos y parte intrínseca de nuestras publicaciones”. “Quienes colaboran forman parte, en algunos casos, de espacios LGTBI y sus propuestas gráficas tienen que ver con esa mirada –esclarece–. Pero no preguntamos cómo se define cada quien para solicitarle una propuesta; lo que buscamos es que la propuesta cuestione cierta idea de ‘normalidad’”. Financiada en un principio con un premio del Concurso Nacional de Nuevas Revistas Culturales “Abelardo Castillo”, Clítoris adquirió forma impresa en cinco números de su revista “de historietas y exploraciones varias” y en dos libros antológicos publicados con la editorial Hotel de las Ideas: Sex(t)ualidades en viñetas (2014) y Relatos para Femininjas (2017). En parte con el influjo motivacional del concurso/libro rosarino, en el reciente diciembre nació Secuencia Disidente, un núcleo digital que a través de Facebook y otras redes “recopila trabajos preexistentes y nuevos de historietistas LGBTIQ+ (la ampliación de la sigla obedece a la incorporación de la mirada queer y de otras posibilidades de concebir y vivir la sexualidad y la identidad de género) de Argentina que tocan temáticas o incluyen personajes referentes al colectivo”, según describe el autor Luciano Vecchio, quien convocó a los participantes y coordina los contenidos. Brillan allí series como Les trans del espacio (de Seb Mariejowithz), Horror! Desperté con un cazador (Rubén Gauna), Mi chonga es reptiliana  (Catalina Minteguía) y obras de una cuarentena de firmas. Hay páginas sueltas, tiras autoconclusivas, historias con “continuará” pero acotadas, y épicas que se prevén extensas publicándose en regulares entregas semanales. El propulsor del proyecto declara que la intención es sumar visibilidad para lo que ya se está produciendo, y reconstruir una genealogía de autores y obras del palo, pero también “ir generando un espacio seguro para que historietistas que pertenecen al colectivo y no lo dicen o no pueden producir desde ahí por el motivo que fuera” se puedan animar “a expresarse como sientan y saber que no están solxs”. “Somos un montón. Y juntes somos más”, resume Vecchio, y agrega que aunque “el solo hecho de visibilizarse como historietistas LGBTIQ+ es un acto político”, el costado activista de cada artista y su obra es un terreno que cada quien explora “a su manera y a sus tiempos”. Pero, más allá de los tiempos y las maneras, Secuencia Disidente también sostiene el objetivo de llegar más allá de la propia comunidad: “Sensibilizar, exponer al público en general lo narrado desde nuestras sensibilidades para tejer puentes empáticos, atestiguar experiencias y sentires que de otro modo no llegan, porque no están en la industria cultural hegemónica”, define Luciano. Un objetivo que también alienta al libro hecho en Rosario y a las demás propuestas de la diversidad que nos esperan en librerías, eventos y pantallas. Lugares inquietos La erupción de historieta LGBTIQ+ que se está expresando a nivel de publicaciones también se manifiesta en eventos públicos presenciales. En septiembre nació en Buenos Aires el festival Vamos las Pibas, como punto de encuentro entre la mayor cantidad posible de personas con identidad de género femenina –independientemente de sus orientaciones sexuales– que hacen cómic, y con el público. Apunta a derribar el prejuicio acerca de los temas y estilos que tocan las autoras. “Mostrar que podemos escribir sobre cualquier cosa”, asegura Agustina Casot, una de las organizadoras. Y en ese menú de variedad ingresa con fuerza el contenido de temática LGTBI. “En la historieta está relegado, históricamente tomado como chiste, como algo bizarro o malo. Y hay que darle, darnos, el espacio que corresponde”, reclama la creadora de Marta, Julia y otra gente y de la irónica Todas historietas sin lesbianas. En diciembre y también en la Capital, se realizó la segunda edición de Tinta Queer, un festival de historieta y dibujo específicamente centrado en las disidencias sexuales y concebido desde la perspectiva política más radical que implica el pensamiento queer. “No hay que reducir la complejidad de la diversidad sexual y de género como estrategia política para asimilarse socialmente (...). La orientación sexual no es un lugar quieto, cómodo, sino una forma de resistencia a las opresiones sobre los cuerpos (...). Cuestiones de clase y etnia están intrínsecamente vinculadas a la idea que tenemos de sexualidad e identidad”, sostiene su gestor, Diego Trerotola, también director de Asterisco, festival internacional de cine LGBTIQ+. Para él, Tinta Queer es “una manera de generar potencia comunitaria quebrando ciertas barreras que tienen tanto el heterosexismo y la historieta más hegemónica como la cultura gay, que también tiene sus límites para dialogar y abrirse a otras experiencias”. Desde la tripa Luciano Vecchio, historietista profesional de 34 años que ya ha colaborado con Marvel y DC Comics dibujando a los Avengers, los Guardianes de la Galaxia y la Liga de la Justicia, comenzó a desarrollar su obra personal de autor integral con El arcano sin nombre y Sereno, y en ambas tematizó sobre relaciones gay. En Sereno –publicada por entregas en la web colectiva Totem Cómics y recopilada en libro por el sello Gutter Glitter–, lo hizo en el marco de una historia superheroica, género con el que Luciano se formó como lector y como dibujante. “Ahí está presente la intención de darle al niño que fui el superhéroe que hubiera necesitado leer y no aparecía”, confiesa, pero también advierte de que antes de la intención hay un impulso ineludible. “Produzco muy desde la tripa     –declara–, entonces no me queda otra opción que ser sincero y subjetivo; y mi sensibilidad es marica y antipatriarcal. De algún modo eso siempre está, y se refleja en todo lo que cuento”. Naturalidad y fluidez Nacha Vollenweider, cordobesa de Río Cuarto, residente en Alemania desde 2013, es una de las autoras que participa en Historieta LGBTI. Cuando decidió largarse a dibujar sus propios guiones tras años de dibujar los de otros, eligió contar su propia historia. Comenzó con cómics breves que narran momentos de su cotidianidad en Hamburgo con toques de vuelo fantástico, y en eso entró su pareja. Luego, cuando encaró la novela gráfica Notas al pie –editada en Buenos Aires y en Berlín–, profundizó en su dinámica de pareja como eje narrativo desde el cual repasar vivencias vinculadas a la última dictadura argentina, la experiencia de migrante y otras. “Para muchos, el elemento ‘sorpresa’ es que mi pareja es una mujer. Pero para mí es lo más cotidiano y normal del mundo”, dice, con la misma naturalidad y fluidez con la que encaró su relato autobiográfico. “Cero traba. Era también un desafío para mí. Y se siente bien”, dice. Para el certamen rosarino, Nacha hizo una secuencia de contundente retórica visual sobre el caso de Analía “Higui” de Jesús, la lesbiana a la que encarcelaron por matar a un varón al defenderse de 10 que intentaban violarla: “Pensé que era una forma de tocar varios temas a la vez: la valoración extrema de ‘lo masculino’ en todas las capas sociales y en las instituciones judiciales y la insistencia de una persona en defender su identidad y su personalidad por sobre eso”.
  
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