Un libro, Hallazgo de la roca (1944), y, sobre todo, un poema, “Fruttero se va al campo”, bastaron para convertir a su autor en una figura legendaria de la poesía rosarina de las décadas de 1940 y 1950. Su erudición, su dominio de lenguas extranjeras, sus ensayos y la amistad que mantuvo con Francisco Romero, Antonio Camarasa, Ardoino Martini o Hugo Padeletti lo convirtieron además, mientras vivió, en dinámico protagonista de la cultura de la ciudad. Este volumen recoge no sólo su obra en verso, sino también ensayos sobre algunos poetas y pintores como Carlos Sabat Ercasty, Fausto Hernández y Leónidas Gambartes, las anotaciones sobre su traducción de Baudelaire, textos filosóficos, cartas y papeles diversos. De este modo, no solo regresa la poesía Fruttero después de una larga ausencia, sino también el sabor casi olvidado de una época de la cultura rosarina.