No hay líneas rectas aquí. No hay simetría. Pero hay composición. La orilla es el tema y todos y todos los senderos parecen seguir, alejándose y acercándose, el borde cóncavo del lago. También la vegetación, dominada por especies típicas de la costa: lapachos, curupíes, palos borrachos, jacarandaes, laureles, ceibos, sauces, con volutas incesantes, que le rinden al lago ceremonias de ikebana en cada recodo. Las aguas agonizantes por un lado y por el otro las ramas de esos grandes árboles, muchos de ellos centenarios, que se entrelazan espléndidas y cansadas, como las arrugas que marcan el rostro del anciano, son, en su difícil encuentro, el lugar donde el parque se constituye como objeto.