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Hablando de librerías. Chicho y Babel

Esta entrevista realizada por Mariana Manoni y Juan Alonso en mayo de 2023 pertenece a la serie pensada como complemento del libro Sellos de librerías de Rosario. Se tuvo en cuenta cubrir distintos tipos de librerías: de nuevos, de usados, de saldos y virtuales. Tanto el libro como las entrevistas le permitirán al lector armar un mapa imaginario donde se conectan, como si fueran estaciones de una red, las librerías actuales e históricas de Rosario.  

Chicho y Babel, Zelaya 1825
Aimé Peira

¿Cuándo abriste la librería y dónde estaba ubicada?
—La librería está hace 11 años y pasó por muchos lugares. Abrí en calle Rioja al 2300, pleno centro. Estaba bueno porque el acceso era fácil para un montón de gente. Tenía la librería armada en el living de mi casa, se ingresaba directamente y me gustaba porque era bastante independiente del resto de la vivienda. La librería siempre fue a puertas cerradas, no había vidriera física, la única vidriera era virtual. Después, cuando construí acá, la librería quedó en suspenso por dos años, y solo trabajé de manera virtual.

¿En qué año fue eso?
—Entre el 2016 y 2017. Después, ya desde hace seis años, abrí acá.

¿Siempre con literatura infantil?
—Sí, siempre con literatura infantil. También ensayos en torno a la literatura infantil o apoyaturas bibliográficas para docentes y para especialistas en libros para las infancias. Siempre hubo material para adultos, pero relacionado con las infancias. Cuando la librería arrancó y empecé a trabajar, lo que traía eran fundamentalmente libros-álbum y libros-objeto para infancias, de lo que había mucho. Había libros pop-up, libros carrusel. Acá en la librería queda algo, pero hace muchos años no está entrando ese tipo de material o entra muy poco.

¿Cómo te abastecías?
—Había un distribuidor en Buenos Aires, especialistas en literatura para infancias, la gente de Calibroscopio. Ellos, hace muchos años, abrieron Libro de arena, la primera librería de literatura infantil; es gente de tradición editora y librera.

O sea, ellos hacen libros también.
—Sí, tienen la editorial Calibroscopio y son importadores de los principales sellos colombianos, españoles.

¿Y ellos te hacen precio, venden mayorista?
—Claro, venden mayorista. O vendían, eso fue hace muchos años, en 2012.

¿Comprabas en firme?
—Al principio arranqué en firme. Después en firme y en consignación. Lo nacional sí te lo consignan, lo que es importado no te lo consigna nadie. Hoy en día se produjo una paradoja causada por la crisis del papel: los libros importados están más baratos que los nacionales. Históricamente, uno mostraba un libro y decía: “Vale tanto, porque es español”, hoy es al revés: “vale tanto, porque es argentino” (risas).

¿Y libros nacionales para las infancias se producen mucho?
—No, no, se produce menos. Hubo un auge hace 5 años atrás, con el nacimiento de muchas editoriales para las infancias y otras editoriales que también empezaron a publicar libros infantiles. Se imprimía mucho. En los últimos 2 años sucedió la crisis del papel, que arrancó con la pandemia, después en el mundo se acomodó, pero en Argentina no; se agravó. Y se hace sentir sobre todo en los libros infantiles, porque el papel ilustración que se usa para imprimir libros a todo color y que, además, tiene que ser de un gramaje más o menos alto, lo hace Ledesma. Como ellos tienen el monopolio del papel, podían vender menos y cobrar más. Hace unos días, los sellos infantiles empezaron a hacer una movida en redes porque es disparatado lo que está pasando.

Nosotros, que hacemos libros, casi dejamos de usar ilustración. En la editorial (municipal de Rosario) publicamos sobre todo novelas, poesía, y fuimos hacia un libro de corte más popular, si no hay bookcel usamos nat, prescindimos de la solapas. Pero es otro tipo de libro, se puede elegir el papel. Los últimos libros infantiles con ilustración los hicimos en el 2021, pos-pandemia. También hicimos libros de fotografía. En otros géneros te podés permitir variar el papel, pero en el libro de arte, infantil o de fotografía, casi no podés evitar el papel ilustración.

¿Y vos cómo publicitás la librería?
—Mirá, los primeros años hacía muchas ferias; pero como soy profesora en Letras y doy clases en secundaria, con los años acumulé horas y las posibilidades de hacer feria se me achicaron. Fueron muchos años de hacer feria en donde fuera. Me iba a todos lados.

Y así hacías conocer la librería.
—Sí, la feria es como una vidriera.

Y cuando vendés online, ¿en dónde entregás?
—Acá y a domicilio (tengo un cadete de confianza). También el boca a boca publicita. Es lo que más me funcionó, siempre. Al que consume a través de redes, la exposición de cualquier libro le da lo mismo, se lo ofrezca quien se lo ofrezca. Entonces cuando te aparezca la publicidad o te aparezca el libro, te da lo mismo quien te lo venda. Cuando llegas con una referencia, ahí es diferente.

¿Y con escuelas trabajás?
—Con las escuelas también trabajé muchos años en ferias, después de la pandemia no se estuvieron haciendo tantas y aparte ya no tenía tiempo de ir.

Nosotros hicimos libros juveniles y las escuelas nos han comprado.
—Claro, hago esa clase de ventas institucionales. Lo que pasa es que siempre trabajé cercana a la Municipalidad o a Provincia en tanto proveía material para espacios de infancia (trípticos, Ciudad de los niños), o para espacios donde se trabaja con chicos en situación de calle, por ejemplo, la gente del Taller de luces, a través de Desarrollo social. Esos trabajos siempre los fui haciendo. Y después de tanto tiempo de trabajar literatura infantil, de ir haciendo postítulos, me empecé a especializar y se fueron desprendiendo tareas de curaduría.

También hay varios “mundos” dentro de la literatura infantil.
—Sí, la literatura infantil es una militancia. Todavía está muy atada al universo de lo pedagógico, muy de la mano de la escuela y de la escuela con tradición moralizante; aunque va cambiando de a poco. Queda el trabajo con la fábula, el discurso de los valores monopoliza las ediciones y eso a los chicos los espanta. Después la gente entiende un poco el problema, pero es un laburo enorme. Yo siempre digo que milito la literatura dentro del libro para las infancias.

También pienso en la parte del acceso a los libros, si vos tenés una gran biblioteca, ¿cómo podés llegar a generar amor por la literatura en las infancias? Hoy en día se puede acceder a muchísimos tipos de libros y el libro se convirtió en una cuestión relacionada al fetichismo: tener un libro lindo porque te gusta.
—A mí lo del fetichismo del libro me interpela, porque yo arranqué con el libro objeto, que tiene esa impronta. No puedo escapar de eso. Pero sí pasa que a los chicos el libro les entra por los ojos y les interesa lo que pueden hacer con ese libro. Hay algo que les llama la atención en los colores, en la tapa o en cómo lo puedan manipular que va a hacer que el libro les guste o no. Es gracioso, porque por ahí el adulto busca el contenido y, en tanto lo que está dentro interesa, ya está. Cuando el chico tiene un libro que no le gustó, lo tiene juntando polvo en un estante para toda la vida. Y te lo dice. No es que vos le regalás un libro para cuando sea un poquito más grande y lo leen. Crecen y ese libro al que nunca quisieron, no lo van a querer después tampoco. Pero también es cierto eso de que no hace falta cantidad para que desarrollen una afinidad por la literatura, con pocos libros es suficiente; los chicos son repetitivos, vuelven a lo mismo una y otra vez. Mi hija más chiquita, ahora está empezando a leer novelitas, entonces estamos avanzando en la lectura. Hubo dos años en que solo cuatro libros le interesaban y eso que tiene un montonazo.

Es como algo musical ¿no? Como con las canciones, que te gusten a vos es lo importante. Y las repetís, una y otra vez.
—Sí, tal cual, es como que “loopean” el libro.

Tengo el recuerdo de conocerte cuando estabas en Rioja. Era algo atípico, con libros distintos, en el living de tu casa se encontraban cosas que no había en otro lado.
—Ese fue el disparador, de alguna manera. A mí siempre me gustaron los libros infantiles. Yo vi en Buenos Aires esa librería en donde había material que yo acá no encontraba y empecé a traer. La idea primera fue traer libros que no se conseguían en Rosario, hoy en día, casi todo lo que tengo se consigue en otras librerías. Primero, porque ya hay librerías que se especializan en infancias y porque hay librerías que ya estaban, por ejemplo, Buchin, que no tenía el material de infancias que tienen ahora. O librerías que surgieron un poco después, como Mal de Archivo, que traía libros de diseño, pero vieron la veta de lo infantil y empezaron a traer también este tipo de material.

Porque sale bastante. Nosotros lo vemos en ferias, se ponen libritos infantiles y la gente siempre se para a mirar o comprar. En ese tipo de ámbitos, el libro infantil tiene una presencia más directa que la del libro para adultos.
—Es que también está la idea de que regalando libros se fomenta la lectura. Está esa cuestión social, valorativa. Entonces, en una feria, una persona ve el libro y dice: “ah, libros para chicos”, y se acuerda del nieto que no lee e inmediatamente le compra el libro (risas).

En relación con editoriales que trabajan libros infantiles, que son poquitas, en Rosario, ¿cuáles hay?
—Está Libros Silvestres y Listocalisto, entre otras.

Son editoriales que creciern un montón. ¿La cuestión editorial nunca te tentó?
—Sí, la tengo ahí, pausada. Tengo un par de cosas congeladas hace unos años. Fue un proyecto pre-pandemia. En la pandemia pude aprovechar para avanzar varias cosas, viajé a Buenos Aires a la única imprenta que hace acartonados, que es lo que a mí me interesa para empezar y quedó todo congelado, sobre todo porque dentro de lo que yo quería hacer, hay cosas que acá no se hacen.

Claro, eso complica, para todo que tenés que viajar.
—Y encima lo que me interesa tampoco se hace en Buenos Aires. Acá no hay mucho de mecanismo, ni de troquel. Ni siquiera digo nada muy loco o complejo, pero igualmente, no pueden hacerlo con precisión. A las máquinas de las imprentas se les corre el eje. Es difícil de hacer acá. Yo fui a preguntar si podían hacer libros como El Patito, acartonados y con troqueles, pero no. Por eso lo dejé en suspenso. Libros Silvestres se ha ocupado de hacer artesanalmente lo que acá no se logra de otra manera.

El laburo artesanal lleva mucho tiempo.
—Antes había muchos libros con troquel, ahora está entrando muy poquito. Hoy en día un libro nacional está más caro que un extranjero, además. Acá en Argentina, está la editorial Periplo, que hace libros hermosos. Trabajan con excelentes ilustradores.

Respecto de la atención al público, ¿en qué horarios abrís la librería?
—Martes y jueves a la tarde estoy siempre, entonces la gente viene. El horario está en nuestras redes y en Google.

Y el boca a boca hace que haya una clientela, porque en zona norte está el monopolio de los shoppings.
—Claro, hay una clientela fija de gente que es del barrio. El boca a boca hace eso. Y a veces pasa que me escriben o vienen y me dicen: “yo los seguía por Instagram y no sabía que me quedaba tan cerca” (risas).

Cerca de la librería está la biblioteca Alberdi, ¿trabajan con ellos?
—Sí, hemos trabajado con ellos. A través de Ayelén hacemos algunas colaboraciones.

¿Y la gente viene con los chicos o son solo los padres?
—La gente casi siempre viene sin los chicos. Eso es algo que vengo pensando y analizando. Como el libro está tan caro, antes vendía más para familias que le compraban a sus hijos. Ahora estoy vendiendo casi todo como regalos, gente que le va a regalar el libro a alguien. Cuando la situación económica es buena, vos le compras a tus hijos un libro todos los meses, cuando no, compras en fechas específicas. Ahora es todo para regalo, entonces vienen sin los chicos. A veces vienen docentes. También tengo un público fijo que vendrá 2 veces al año, gente que le gusta los libros infantiles y compran para ellos.

¿Participaste en la Feria del libro?
—El año pasado no estuve. No pude ir por muchas dificultades y el tema de los horarios. Siempre trabajé con tres amigas, éramos chicas cuando arrancamos y para las ferias teníamos mucha energía y disponibilidad porque no teníamos laburo fijo. Ahora tenemos trabajo y no sobra el tiempo. Este año tengo que ir.

Hoy en día, ¿la gente te pregunta mucho por promociones?
—No, no tanto. En ferias funciona, cuando apareció Billetera se vendía todo, ahora no porque el saldo se te va rápido, entonces a nadie le importa si tenés o no Billetera.

En la librería, ¿trabajas con bancos locales?
—Con el municipal, en cuotas sin interés.

¿Alguna vez pensaste que el lugar en el que estás en la ciudad te juega en contra?
—En una época me caminaba el centro buscando locales, pensando, analizando. Soy, por un lado, un poco miedosa del alquiler, y por otro, yo hago nido. La librería hasta ahora fue creciendo a la par que mis hijas y siempre tuve un montón de cosas pausadas pensando en lo grande que están ellas. Sé que me quedan algunos años para acompañarlas y que después podría empezar a hacer un montón de cosas que tenía en mente. Siempre tuve que empezar a ubicar lo que eran mis tiempos y la maternidad. El rubro da para hacer un montón de cosas, y he pensado en proyectarlo. Todo lo tengo en pausa porque la literatura no lleva el mismo tiempo que una ferretería, por ejemplo, porque vos no vas y probás todos los tornillos. En la literatura, cuando uno trabaja de una manera curatorial hay que dedicarle muchísimo tiempo. Mayo 2023  

  
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