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Hablando de librerías. El pez volador

Esta entrevista realizada por Felipe Hourcade en septiembre de 2022 pertenece a la serie pensada como complemento del libro Sellos de librerías de Rosario. Se tuvo en cuenta cubrir distintos tipos de librerías: de nuevos, de usados, de saldos y virtuales. Tanto el libro como las entrevistas le permitirán al lector armar un mapa imaginario donde se conectan, como si fueran estaciones de una red, las librerías actuales e históricas de Rosario.  

El pez volador, San Luis 916
Mariana Chyla

¿Siempre estuvieron en este local?
—Sí, somos un desprendimiento de El Pez Volador de calle San Lorenzo. En un momento de nuestras vidas, a medida que fuimos agrandando la familia —porque los distintos dueños de El Pez Volador somos casi todos hermanos— abrimos otras sucursales, una sola no alcanzaba para tantas bocas. Entonces, yo me vine para acá. Este local es independiente del de calle San Lorenzo y del de calle Mendoza.

¿Son todos independientes el uno del otro, entonces?
—Sí, compartimos el nombre porque somos de la misma familia y tenemos una misma forma de trabajo, de poner los precios (nos guiamos con un sistema de letras, en la que cada letra se corresponde con un precio) y la lista de precios es igual en todos los Peces Voladores, pero cada uno lleva su contabilidad, su economía, y cada uno tiene sus libros propios. Muchos de ellos están repetidos en las otras sucursales, porque son clásicos o títulos que abundan, pero a la vez hay bastante variedad entre una y otra.

Para ordenar un poco la historia cronológica familiar, ¿cómo fue el proceso de apertura de las distintas librerías El pez Volador?
—La primera que abrió fue la de calle San Lorenzo, en 1990, hace treinta y tres años. En el año 97, aproximadamente, se abrió la segunda en calle Mendoza, que ahora está a cargo de mi hermana mayor. Después, en 2001, mi esposo y yo abrimos acá en calle San Luis. Unos años más tarde, se abrió la de Córdoba, que en sus inicios estaba por calle San Juan al 1400.

Un hermano, una librería, podría decirse.
—Sí. Somos tres hermanos, el otro —que no es hermano— es cuñado; excuñado, pero sigue siendo parte de la familia.

¿Cómo empezaron a vender libros?
—El iniciador es mi hermano Alfredo, el dueño del local de calle San Lorenzo. Él tenía otro trabajo, nada que ver con el rubro de los libros, pero en mi familia mis padres eran lectores y Alfredo heredó eso. Yo llegué un poco más tarde a los libros porque soy más chica. Cuando él, por motivos económicos —era el tiempo de la hiperinflación—, decide cambiar un poco de vida, con lo que le quedaban de sus ahorros abre la librería. Alfredo tenía un amigo que tuvo librería, se llamaba El agujero en la media y estaba por calle Mendoza entre Corrientes y Paraguay. Con él habían estado juntos en un antiguo trabajo, ese amigo le dio las primeras pautas para organizarse y le explicó las nociones básicas del librero de usados.

¿Cómo se abasteció esa primera librería?
—Vaciando las bibliotecas de la familia, pidiendo a los amigos que hicieran donaciones y viajando a Buenos Aires para comprar en las grandes librerías de calle Corrientes. Había poco material, un tablón, dos caballetes y un par de estanterías; así abrió el local de calle San Lorenzo. En un principio el local era el que estaba al lado, un gran espacio dividido a la mitad, o sea medio local. A medida que fue creciendo la cantidad de libros, se fue corriendo ese biombo hacia atrás hasta que se sacó y la librería adquirió el tamaño que tiene ahora. Entrás y podés llegar hasta el fondo y todo está lleno de libros, da arriba a abajo, falta colgar del techo.

¿Cómo manejan el sistema de canje?
—Hacemos dos por uno cuando los dos libros que se traen son del mismo valor del que se va a llevar. A lo mejor, en esa operación nosotros no vemos un peso, porque trajeron diez libros y se llevaron cinco; no quedó efectivo, pero tenemos cinco libros más. Así fue aumentando la cantidad de ejemplares, hasta llegar a lo que hay ahora, tanto allá como acá. Otra forma de ingreso de ejemplares es cuando la gente se quiere desprender de cierto número de títulos. No vienen a hacer canje, sino a vender, porque se mudan y entonces seleccionan el material que van a llevar a la nueva casa y lo que no les entra lo venden, o porque heredan una biblioteca que había sido de su abuelo o de su padre, y no les interesa. Otras veces, la gente viene y vende sus libros por necesidades económicas.

Entonces, podría decirse que el tránsito de los libros es constante.
—Sí, claro. A veces me preguntan: “¿Te puede llegar a entrar tal título?”. Y sí, puede llegar a entrar mañana como dentro de diez años. Acá no hay un pronóstico. Sí libros que, en mayor medida, van y vienen, que son los más clásicos, los más leídos, o los que más se usan en la escuela, como el Martín Fierro. Es raro que no tengamos un Martín Fierro o un Principito.

Hay mucha variedad, ¿tienen un criterio de selección?
—En un inicio, uno de los criterios era no decir no a ningún libro. Pero ya, en este momento, no podemos hacer lo mismo. Primero, por una cuestión de espacio. Segundo, porque ya conocemos los gustos, los géneros y los títulos que salen, entonces eso que ya sabemos que no sale no lo tomamos.

Venden revistas también, antes habrán ocupado mucho más espacio, por la circulación que había.
—Sí, en un momento las revistas eran el cincuenta por ciento de lo que se vendía. Había mucho canje de revistas. De historietas de aventuras, de ciencia, de moda, de todo tipo. La gente llevaba Selecciones, por ejemplo, que era una revista que se leía mucho veinte años atrás. Después, no solo dejaron de venderse acá, sino también en los kioscos de revistas, en todos lados. Pero, siempre hay alguien que las busca. Estudiantes de diseño, o estudiantes de algún tema en particular que quieren buscar una revista en particular sobre un tema de historia, de política, de literatura, etcétera.

¿A los libros los sellan antes de dárselos al cliente?
—No. Cuando los recibimos, al momento de hacer el trueque, los limpiamos y, a veces, tenemos que pegarlo. Ahí le ponemos la letra del precio y le estampamos el sello. Antes de ponerlo en la estantería, y estar a la venta, ya está sellado. Septiembre de 2022.

  
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