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Hablando de librerías. El Caburé
Estas entrevistas a libreras y libreros locales fueron realizadas por Felipe Hourcade y Thiago Susan —salvo las pocas excepciones indicadas— entre febrero de 2022 y marzo de 2023. La serie, pensada como complemento del libro Sellos de librerías de Rosario, tuvo en cuenta cubrir distintos tipos de librerías: de nuevos, de usados, de saldos y virtuales. Tanto el libro como las entrevistas le permitirán al lector armar un mapa imaginario donde se conectan, como si fueran estaciones de una red, las librerías actuales e históricas de Rosario.
El caburé, librería virtual
Fernando Mullor
—¿Hace cuánto que tenés la librería?
—Hace 17 años que vendo libros usados. Durante diez años tuve local a la calle, en tres lugares diferentes. Después empecé a vender desde casa, vía web. Cuando tenía local, un amigo lo atendía unas horas. Ahora, desde casa, es más caótico; mi mujer me ayuda con el Instagram, pero soy el único que sé donde están los libros y lo que valen.
—¿Siempre fue El Caburé o antes tenía otro nombre?
—Siempre fue El Caburé, salvo tres años que, con un colega, abrimos una librería que se llamó Libros del Bajo y que funcionó de 2016 a 2019.
—¿Qué tiene de especial la venta de libros usados? ¿Vendiste también libros nuevos?
—Creo que lo distintivo en la venta de usados es que no te manejás con catálogos ni con novedades. Cuando vas a ver una biblioteca en un domicilio particular, por más ideas que puedas hacerte, casi nunca sabés con qué te vas a encontrar realmente. No sabés qué títulos, qué autores, qué cantidad, cuál va a ser el estado de los ejemplares, etcétera. Otro aspecto es el de la tasación. Podés tener cierta fórmula, pero cada negociación es distinta. Están los conformistas y los inconformistas, los que quieren sacarse los libros de encima y los que quieren venderlos como si fueran las joyas de la abuela; y en el medio, lo que se te ocurra. A veces pagás los libros baratos, a veces caros, a veces te hacés de cantidades, a veces recibís a cuentagotas. En fin, es toda una aventura. En una época vendí libros nuevos, pero poco. Trabajaba con una o dos editoriales y vendía saldos.
—Si hablamos del oficio de librero, ¿se podría decir que hay que tener un ojo ágil, certero, que facilite el intercambio con el lector, no?
—Sí. Tal vez lo importante sea saber qué comprar, pero tampoco es determinante. Conozco libreros lectores y libreros que no. Libreros que compran de todo y libreros muy selectivos. No soy romántico al respecto, los libros se pueden vender como cualquier otra cosa.
—¿Cómo te arreglás con el abastecimiento?
—Cuando tenés local a la calle es más fácil porque la gente se acerca a vender o a canjear, pero si vendés de tu casa hay que salir a buscar. Con los años te hacés de algunos contactos y el azar también interviene, a veces.
—¿Cuándo empezó tu “carrera” como librero?
—Siempre fui de meterme en las librerías y comprar libros usados, sobre todo en mi época de estudiante, donde el bolsillo no me daba para comprar libros nuevos. Para abrir la primera librería sacrifiqué casi toda mi biblioteca, más una parte de la de mis viejos. Así empecé, después me fui stockeando. Mayo de 2022.
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