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Un crimen civilizado

En "Te compré girasoles" (EMR) María Angélica Vicat cuenta el periplo junto a su hija, quien murió en Corrientes después de ser desoída por el poder médico, su esposo y una cultura patriarcal.

Por Lucía Rodriguez.  En 1944 Vasco Pratolini tardó solo un mes en escribir Crónica de mi familia, el libro que lo llevó a la fama, pero le tomó más de dos años publicarlo. Se resistía a que formara parte de una colección de narrativa, pero su amigo Elio Vittorini lo convenció al decirle que a los libros de no ficción se los valoraba solo por su carácter testimonial; “solo si lo presentaba como novela se apreciaría cabalmente su valor literario”, escribe Forn en el prólogo de su reedición. Pratolini aceptó, con la condición de sumar una nota al lector: “Este libro no es una obra de ficción. Es un soliloquio del autor con su hermano muerto. Al escribir, buscaba consuelo, no otra cosa (…) Estas páginas se ofrecen como una estéril expiación”, advierte el autor italiano. Con el mismo gesto, este año la Editorial Municipal de Rosario publicó Te compré girasoles, la novela corta en la que María Angélica Vicat repasa e hilvana  una serie de acontecimientos que desembocaron en  la muerte de su hija Ana. Como pasa con Crónica de mi familia, no es una obra de ficción; es imposible dejar de pensar que estos hechos, esta urgencia por “contar las cosas como sucedieron” son el corazón de lo narrado; pero su valor literario es total. Se trata de un libro realmente único. Pese a que no se nombre la crisis de 2001, está ahí asfixiando, entre el calor y la humedad correntina. También es vertiginoso el espiral descendente de impotencia al que está sometido la narradora en su intento de acompañar a su hija en la búsqueda de un diagnóstico que dé en la tecla, en hacer que el marido escuche a su esposa en las necesidades que aparecen, en conseguir ayuda en un páramo ubicado en pleno centro. *** Corre el año 2003, Luisa,una mujer jubilada vive en una ciudad que detesta, en el interior de la provincia de Corrientes, para poder resolver dos juicios pendientes. Tiene a sus hijos, ya grandes, viviendo en distintos lugares; con su jubilación mantiene a una de ellas, estudiante de medicina en Rosario. Vive con uno de sus nietos porque su madre no lo desea y su padre tampoco, y con su hermano, que no aporta de ningún modo y que amenaza con suicidarse. “Meu deus ¿Qué se hace con estos parientes? no hay libro ni manual que te lo diga”, escribe Vicat. Una de sus hijas, Ana, vive en Corrientes Capital y le pide que viaje a ayudarla; está embarazada, tiene dos hijas de 11 y 13 años y su marido trabaja todo el día. Ana no se siente bien, tiene dolores en la cadera y jaquecas que a veces la dejan ciega por momentos. Luisa relata el recorrido por médicos que no dan con un diagnóstico y que desoyen a la paciente, calificando todo de stress. “Los médicos, en cuanto ven una mujer jadeando, le cuelgan el rótulo. Inútil que una les diga que además de faltarle el aire a veces se queda sin poder hablar o por unos minutos no ve nada. Siempre es stress. Preguntan si se llevan mal, si las tareas de la casa, si el dinero…”, acusa la narradora. Por otro lado, apila como ladrillos los obstáculos que pone su esposo, Kelo, no solo en acompañar a Ana sino también en boicotear su autonomía: al vender su auto sin su consentimiento, al dejarla sin obra social para poder pagar la cuota de un auto nuevo que solo usa él, al llevarse dinero sin dar explicaciones, solo por ser el hombre de la casa. “Ahora sé que tenía razón y que él es, para los correntinos, el propietario de mi hija. Me parece estar dentro de una pileta de natación queriendo nadar en gelatina, más o menos”. En la reconstrucción de estos hechos Vicat muestra sin tapujos ni concesiones, el escenario de desigualdad de la historia de muchxs: un país en crisis, el microclima de corrupción y conservadurismo caníbal de provincias como Corrientes, un sistema de salud irregular, hostil y con una formación paupérrima. Tampoco deja pasar el abuso sexual a menores, entendido como una práctica naturalizada en la zona. *** “¿Mi culpa? sí, yo también la tengo. A los 57 años, debí saber cuándo dejar de ser civilizada. Y no lo supe. No se puede ser siempre civilizada”. Te compré girasoles es el primer libro publicado de María Angélica, que fue finalista del Concurso regional de Nouvelle EMR 2018. Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1946 y a lo largo de su vida vivió en distintos lugares: Córdoba, Buenos Aires, Santa Cruz, Río Negro, Corrientes y Santa Fe. Trabajó de meteoróloga, docente rural de escuela primaria, comerciante de artesanías, periodista y librera. Tuvo seis hijos, quince nietos y varios bisnietos. “Tengo mucha rabia. No sé cómo resolverla. Tengo una PC y conexión a internet. Escribo un mail y en asunto pongo ‘Justicia para Ana’ y mando miles, pero miles. Consigo bases de datos con direcciones de correo y sigo mandando, de a poco, todos los días”, narra Vicat hacia el final del libro. María Angélica escribe cartas, demandas, petitorios, mails. Escribe esta novela en carne viva para no olvidarse de nada, para explicarse cómo fue que perdió a su hija, que sus nietas perdieron a su madre, que otra mujer joven murió en manos del patriarcado, en manos de la desigualdad. Se escribe para buscar justicia, para llegar a quienes quedaron lejos. Se escribe con dolor a quienes ya no están. Acá podes leer un fragmento de la nouvelle de María Angélica Vicat.
  
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