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Solo la nostalgia de los demás nos ofende

Por Flavia Garione 1 ¿Cómo es una ciudad balnearia atravesada por las estaciones del año? Es fácil imaginar los primeros días de calor, que en esta parte del sur comienzan, con viento a favor, en diciembre; la finalización de los trabajos, los días que se hacen cada vez más largos. Inmediatamente llega la primera quincena de enero, se instala el aluvión y la ciudad se sumerge en un frenesí -trenes de la alegría, obras de teatro estrafalarias, merchandising político, neón-. Los locales se dividen entre aquellos que se dejan arrastrar por el ocio turístico; y otros, que deben unirse al trabajo duro y mal pago de la temporada veraniega. Un billete de mil australes encontrado en un libro de Carl Sagan de Fernanda Mugica piensa cada uno de esos espacios, hay un mapa invisible de una ciudad demencial, casi de ciencia ficción, en estos poemas ¿Cómo debe ser haber nacido en una ciudad balnearia como Mar del Plata?: “El otro día caminamos hasta la costa/ y tomamos un helado en Capurro/ el mar estaba ahí pero pasaba/ desapercibido/ nos quedamos mirando un alfajor verde que/ nos daba risa”. 2 Hay una decisión firme, la de salir a caminar sin rumbo por la ciudad. Es divertido porque pareciera ser un paseo antropológico, como meterse de lleno en una feria de atracciones que se encuentra en la calle. En “Puré” se dice que: “era de noche/ bastante tarde/ entró una familia y la observamos/ éramos tres personas observando/ no veíamos quién era el padre, la madre, los hijos/ era confuso y los de la mesa de al lado también miraban”. En los textos aparece una curiosidad estética por el exterior, se expresa en varias oportunidades y se anuncia como un “sonido de tambores” dentro de la cabeza. Por eso, los textos parecieran estar construidos bajo el síndrome de Stendhal, esa exaltación que tienen los sujetos cuando se los expone a ciertas obras de arte. Ya no tiene mucho sentido entrar a un museo ni recorrer el mundo; el universo entero, tal como lo piensan las imágenes setentosas del espacio de Carl Sagan, se encuentra en una ciudad balnearia al sur de la provincia: “le prestamos atención a lo grande/ y a lo que va a ocurrir en millones de años/ pero no entendemos nada de lo que está pasando acá/ si nos estamos extinguiendo/ y ese es el motivo de nuestra angustia/ o estuvimos todo el día mal/ porque hacía calor”. El clima es denso, por momentos se parece a la claustrofobia, como si se tratara de una ciudad de la que no se puede salir fácilmente. 3 En 1970, Juan José Sebreli publica Mar del Plata, el ocio represivo. Comienza con una dedicatoria a Bernardo Kordon “A su espíritu viajero/ que es la negación del turismo”. Allí Sebreli realiza una especie de estudio cultural, con una perspectiva marxista, de la ciudad de Mar del Plata y el turismo. Establece una serie de categorías: la era del tasajo; la Belle Époque, el ritual de la alta burguesía argentina; los años treinta; Villa Ortiz Basualdo; la casa de Victoria Ocampo; el Château Fontenac. Luego, analiza cómo la ciudad se ve transformada por el peronismo y describe, entonces, la rambla de Bustillo. Es decir, para Sebreli allí comienza lo que él llama “la era de las masas” y “la economía del desperdicio”. Llego a la conclusión de que el error de Sebreli es, justamente, no haber nacido en Mar del Plata. Hay algo de extranjería en este texto, de alguien que mira desde afuera y que no conoce el ocio represivo. Pienso que tuvieron que pasar 48 años para que ese hastío se materializara en un libro de poesía, en una pregunta contrafáctica hacia una madre: “¿De qué me estabas poniendo a salvo/ cuando viniste a esta ciudad?”. 4 En el video “Why I didn´t become a dancer” (1995), la artista británica Tracey Emin relata su adolescencia en un pueblo costero. Comienza por mostrar fragmentariamente ciertos espacios: la playa, los restaurantes, un grupo de gaviotas, un negocio de ositos de peluche, un boliche semi-abandonado al que ella iba. No hay alegría en las imágenes, más bien todo lo contrario, como una nostalgia que en palabras de Fernanda: “(…) ofende”. Las imágenes y el relato en off trasmiten una sensación fuerte de opresión, de pueblo infernal. Al final, Tracey escapa hacia Londres y allí vive miserablemente hasta que se convierte en artista ¿Necesitaba adquirir ese infierno para serlo? ¿La ciudad está desértica porque los turistas ya se han ido? ¿O nos muestra, en realidad, una serie de temporalidades superpuestas y residuales a partir de sus ruinas? Quizás también cierta melancolía emana de ellas, nos contagia sin que nos demos cuenta, nos somete a la permanente interrogación: “Habremos heredado movimientos de quién/ o que lenguaje/ nos habrá capturado/ en qué sintaxis”. Es un cielo anterior a los drones y todavía no se ha convertido en una ciudad zombie ¿Está nevando en Mar del Plata? Una playa con nieve es una imagen alucinada, no parece ser nuestra ciudad sino otro planeta, aunque sea real: “ese año hubo una tormenta de nieve/ y mientras los camiones y retroexcavadoras/ recorrían Mar del Plata/ jugábamos a adivinar”. (Actualización septiembre - octubre 2018/ BazarAmericano)
  
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